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"Pocos filmes argentinos tienen la belleza y el lirismo que poseen las imágenes de Agua, especialmente cuando la cámara sigue (en paralelo o desde abajo), a los dos nadadores que protagonizan la película.
El filme de Verónica Chen (Vagón fumador) logra ser tan subyugante en esos extendidos momentos, tan original y poético, que da la sensación de que casi todo lo demás sobra, que más que agregar, quita.
Agua comienza con un hombre llamado Goyo (Rafael Ferro), varado en un desierto, que decide regresar a Santa Fe, de donde es oriundo y de donde se fue por motivos —personales y profesionales— que luego conoceremos. Paralelamente, Chino, un chico más joven (Nicolás Mateo, otra vez arrancando una película desde dentro de una pileta, como en Nadar solo) está algo trabado en sus intentos por mejorar sus tiempos y clasificar para las competencias nacionales.
Tampoco sabe muy bien qué hacer con su relación de pareja.Un cruce accidental entre ambos y el contacto que establecen a partir del entrenador del Chino los cruzará. Chino intentará su ansiada pero dificultosa clasificación, Goyo intentará rearmar pedazos de su vida. Como dos espejos cruzados (o dos etapas en la vida de una misma persona), ambos atraviesan profundos momentos de crisis y de transición en las que el agua aparece como un elemento simbólico clave, reforzado en las sugerentes, aunque algo explicativas, voces en off de Mateo.
El desafío final para ambos tendrá que ver con el Maratón Santa Fé-Coronda, una carrera de resistencia que los pondrá a prueba en más de un sentido y que dará resultados inesperados.Más allá de algunas actuaciones secundarias endebles y diálogos innecesarios (de cualquier manera, la película es parca en este tema), Agua impacta como una de las películas argentinas recientes más imaginativamente concebidas desde lo visual, logrando establecer entre el espectador y los deportistas una suerte de comunión física, donde los cuerpos, el esfuerzo de los músculos y la sensación de agotamiento de los protagonistas lo dejan a uno con la sensación de irse del cine mojado y cansado.
Una película en la que el agua no es sólo la metáfora de otra cosa (el silencio, el vacío, la ambición, el refugio), sino que se transforma en la gran protagonista de la historia.- "
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